Antes de conquistar la fama mundial como Alice Cullen en la saga Crepúsculo, Ashley Greene llevaba una vida muy diferente. Trabajaba como hostess en un hotel de Los Ángeles, apenas ganando lo suficiente para cubrir la renta, sin imaginar que una simple llamada cambiaría su destino para siempre.
Un día, su agente le comunicó una noticia que marcaría un antes y un después: “Ashley, tengo novedades sobre ‘Crepúsculo’... pero tendrás que cortarte el cabello”. En ese instante, comprendió lo que estaba a punto de suceder. Tras unos segundos de silencio, rompió en lágrimas y risas de emoción: había obtenido el papel que la lanzaría a la fama.
Por su participación en la película, Greene recibió un salario de 65 mil dólares, más del doble de lo que ganaba en un año. Al informar a su jefe que debía irse a grabar, él solo le respondió con una sonrisa: “No vas a necesitar volver”. Y no se equivocó.
Durante el rodaje, el elenco se convirtió en una verdadera familia. Robert Pattinson solía tocar la guitarra, Nikki Reed cantaba, y las risas eran constantes entre escena y escena. Hoy, Ashley recuerda esa etapa como el comienzo de todo: el salto que la llevó de recibir comensales en un hotel a desfilar por las alfombras rojas de Hollywood.